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Cien años de la primera película en defensa de la homosexualidad

CINE

‘Diferente a los demás’ se estrenó hace cien años y apenas nadie sabe de este filme alemán que fue enterrado por el nazismo. Su mayor legado es recordarnos que los avances en las libertades personales y sociales pueden desaparecer de la noche a la mañana si consideramos con indulgencia sus principales amenazas.

Escena de la película 'Diferente a los demás', sobre homosexualidad. Escena en blanco y negro donde aparecen dos hombres.

Escena de la película ‘Diferente a los demás’.
Era la Alemania de entreguerras y el Berlín de la época estaba considerado un lugar especialmente liberal en cuanto a las disidencias sexuales. De hecho, Diferente a los demás (Anders als die Andern), el primer filme que se conoce a favor de la homosexualildad se estrenó en 1919 y contó con el apoyo del Instituto para el estudio de la sexualidad que se mantuvo vigente, al mando del popular doctor Magnus Hirschfeld, hasta el ascenso nazi en 1933.

El XIX había sido el siglo del gran cambio. Debido a la industrialización, las sociedades se modernizan, no solo a través de la tecnología, sino también del pensamiento, la cultura, y las libertades personales eclosionan frente a la moral religiosa. Ante el vacío dejado por los límites tradicionales, la Alemania de 1871 instituye por primera vez una ley que penaba determinadas prácticas sexuales consideradas antinatura y que estuvo en vigor, metiendo en el mismo saco la homosexualidad y las conductas abusivas como la pederastia y la zoofilia, hasta los años 50 del siglo XX. Se trataba del célebre artículo 175 del código civil alemán que penaba con la prisión las relaciones gays.

Diferente a los demás (Anders als die Andern) es el el primer filme que se conoce a favor de la homosexualildad. Se estrenó en Alemania en 1919 Clic para tuitear


El lesbianismo quedaba al margen de la ley, no porque no fuera considerado socialmente una aberración imperdonable, sino porque las lesbianas ya eran reprimidas e invisibilizadas por su condición de mujeres: las pésimas condiciones laborales para ellas las obligaba indefectiblemente al matrimonio para sobrevivir.

La película y su escándalo

Aprovechando la coyuntura liberal de la reciente República del Weimar, Diferente a los demás surge precisamente, con la finalidad de generar una opinión pública favorable a la eliminación del 175, número que aparece entre paréntesis en el título y con el que, incluso, eran denominados los homosexuales entonces. El escándalo tras su estreno fue tal que se prohibió su emisión pública ese mismo año, pero, en aquel momento, estas primeras urgencias de la lucha en defensa de la homosexualidad estaban muy lejos de imaginar hasta dónde podrían llegar las represalias del fascismo solo unos años más tarde.

Pese a su objetivo activista, la película, dirigida por el prolífico Richard Oswald, no constituyó un mero panfleto: protagonizada por Conrad Veidt, que se haría famoso poco después por protagonizar El gabinete del Doctor Caligari (1920, Weine), y con una cuidada fotografía de Max Fasbinder, que ya había participado en una de las primeras adaptaciones de El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, fue una película muda estéticamente bien realizada.

Su argumento principal denuncia la opresión existente en torno a la disidencia sexual en la Alemania de los años 20 a través de la historia de amor entre dos homosexuales. Da cuenta del tema, eso sí, con un sesgo determinado por la época (homosexualidad masculina, burguesa, refinada y culta) que, sin embargo, no deja de resultar ilustrativa porque abarca todo el abanico de dificultades que han afectado al colectivo LGTBI: personales (las dudas sobre la identidad, su ocultamiento, la represión y la soledad), familiares (como el chantaje emocional, la presión y el abandono), y sociales (estigmatización, extorsión, persecución y privación de libertad).

Secuencia de la película de Richard Oswald sobre homosexualidad. Un hombre muerto yace con unas flores en el regazo mientras otro llora sobre él.

Otra secuencia de la película de Richard Oswald.

Progreso sepultado

Con el ascenso del gobierno nazi, democráticamente elegido, la película fue quemada y los homosexuales dejaron de luchar por su condición para hacerlo por su mera supervivencia. Aquellos que no pudieron escapar, murieron en el intento (como el doctor Hirschfeld, mentor de la película), acabaron ejecutados en masa o en campos de concentración distinguidos por el emblema del triángulo inverso color rosa.

Con el ascenso del gobierno nazi, democráticamente elegido, los homosexuales dejaron de luchar por su condición para hacerlo por su mera supervivencia. Clic para tuitear


Pero no se debe reducir todo al nazismo, la desaparición del rastro que inaugura este filme se perdió también a causa de la guerra, la posguerra y el dominio, en todas las latitudes, de una cultura igualmente homófoba que se mantuvo más de treinta años. En el 62, llega por fin la derogación del artículo 175 en Alemania, pero realmente no sería hasta la rebelión homosexual de Stonewall, en 1969, cuando vuelven a aparecer manifestaciones en defensa de las sexualidades disidentes en el cine.

Y ese es quizá el mayor legado de esta obra un siglo después de su estreno: recordarnos que los avances en las libertades personales y sociales pueden desaparecer de la noche a la mañana si perdemos de vista o consideramos con relativa indulgencia sus principales amenazas.

El suicidio como salida, ayer y hoy

En la primera escena de Diferente a los demás el protagonista lee las esquelas funerarias del periódico y se horroriza ante la proliferación de suicidios de hombres jóvenes. El suicidio como única salida y diabólica proyección de un abuso ya institucionalizado mucho antes de que llegaran los triángulos rosas y los campos de exterminio.

Los datos sobre el suicidio constituyen uno de los ejemplos más claros para evidenciar la violencia estructural indirecta. Por eso, a pesar de que han pasado cien años y que ya no existen leyes que penalicen directamente la diversidad sexual, las estadísticas cantan y se ensaña con los más jóvenes: en nuestras «avanzadas» sociedades actuales «el 24% de las muertes de jóvenes LGTB (de entre 12 y 14 años) son causadas por el suicidio«, provocado, según los estudios, por la homofobia y el rechazo social que siguen padeciendo. Un porcentaje hasta cuatro veces superior a sus compañeros y compañeras heterosexuales.

Son unas cifras que contrastan y dejan en ridículo la relevancia que concede Vox al alto índice de suicidio masculino (un 1% aproximadamente del total de las muertes masculinas según el INE), que, además se ha mantenido desde siempre en esa proporción, con oscilaciones al alza en épocas de crisis, y no por el ascenso del feminismo, como argumenta esta organización supremacista.

Pero, sobre todo, los datos sobre el suicidio en la población LGTBI evidencian que el conflicto social que padece está lejos de resolverse y justifican con especial contundencia y claridad, la necesidad de seguir trabajando y mejorando las políticas de integración en este colectivo.

«La principal amenaza a la diversidad sexual y de género se encuentra en un sistema heteropatriarcal basado en la masculinidad supremacista y estereotipada» Clic para tuitear


Memorial para los homosexuales asesinados en el campo de concentración Buchenwald.

Memorial para los homosexuales asesinados en el campo de concentración Buchenwald.

La virilidad supremacista

La principal amenaza a la diversidad sexual y de género se encuentra en un sistema heteropatriarcal basado en la masculinidad supremacista y estereotipada. Estereotipada porque establece un cliché de lo que es ser un hombre, un estándar que se impone por encima de las diferencias personales, es decir, de la realidad y, por tanto, convierte al hombre en una ‘cosa’, reducida a la conservación de un modelo de virilidad basado en la marginación de todo aquello que puede hacerlo vulnerable, ya sean los sentimientos, las crisis, los cambios, la disidencia, lo diferente, las mujeres… El macho supremacista se revuelve porque todo esto lleva más de un siglo tocando a la puerta cada vez con más insistencia y él sigue siendo “vanidoso y fácil de encarnizar” como el joven Enrique V en The King (2019). Hombres imperturbables e inflexibles, convertidos en máquinas para competir, dominar y, por supuesto, ganar, no para perder: el hombre estereotipado, si no gana, no se siente hombre. Ese es el modelo de masculinidad que ha primado tanto en los héroes masculinos del cine durante todo el siglo XX como fuera de la pantalla; el modelo que hervía de gozo escuchando a Hitler desgañitarse hasta el descontrol en un podium espectacularmente preparado para cohibir; el modelo que jaleaba el “Viva la muerte” de Millán Astray y el que hoy patalea iracundo ante lo que no sabe digerir; pero siempre es igual: culpa a los y las demás de su propia incompetencia, de su obcecación, de haberse convertido en un payaso que da miedo y risa a la vez.

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