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Matisse, como una novela

EXPOSICIÓN 
Un brochazo de alegría en el Pompidou

imagen.aspx?-P-2fL4Jfo8HOMiIR0bowEkGJrpiEFE/EPA/IAN LANGSDON

El Centro Pompidou ha encontrado en París una forma de escapar a los cielos grises y el ambiente decaído que reina este año con una amplia retrospectiva de Henri Matisse, que abre sus puertas este miércoles y confirma al célebre pintor francés como un maestro de la alegría.

EFE/EPA/IAN LANGSDON

Sus fondos rojos, sus decoradísimas naturalezas muertas y sus desnudos orientalistas no son el secreto de la felicidad de esta figura clave del siglo XX, sino la forma que tomó su investigación pictórica, con la que consiguió a la vez esconder su ansiedad y ensanchar el espacio de sus lienzos.

Con motivo del ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Henri Matisse (1869-1954), el Centro Pompidou le rinde homenaje a través de una exposición que reúne obras esenciales que exploran el entrelazamiento texto / imagen dentro de su trabajar y ofrecer una lectura única de su creación.


En 1942, Henri Matisse declaró: “La importancia de un artista se mide por la cantidad de nuevos signos que habrá introducido en el lenguaje visual. “A lo largo de su carrera, él es este artista. Como todos los grandes creadores, da a luz mundos sin equivalentes, estos nuevos signos plásticos que él pide. Su obra, destinada a trastocar la mirada moderna, se plasmó a través de diversas técnicas que incansablemente exploró: pintura, dibujo, escultura, libros ilustrados, e incluso este singular invento, rico en consecuencias sobre el plan artístico, de un dibujo en color, con los gouaches recortados que hizo al final de su vida.


Dividida en nueve capítulos, y tantos interludios dedicados a la escritura, la exposición traza la trayectoria de Matisse a lo largo de un recorrido cronológico, desde sus inicios, hacia 1890, donde el artista está en contacto con los maestros, luchando con la elaboración de su vocabulario más personal, hasta la década de 1950 y su obra final, permitiendo en cada momento contemplar una vida vivida para el arte. La exposición de Matisse presenta obras maestras de las colecciones del Museo Nacional de Arte Moderno, exhibidas en una escala sin precedentes. A este núcleo que abarca toda la carrera de Matisse se suman los préstamos excepcionales de los dos museos Matisse en Francia: al norte, el de Cateau-Cambrésis, al sur, el de Niza. Préstamos excepcionales de la rica colección Matisse del Musée de Grenoble completan este conjunto, así como prestigiosos préstamos internacionales. La generosidad de la familia del artista y de los coleccionistas privados permite mostrar obras importantes, algunas de las cuales no se han visto en Francia desde la gran retrospectiva dedicada a Matisse en 1970 en el Grand Palais.


Repitiendo el título de la obra de Louis Aragon, Henri Matisse, Roman (1971), esta exposición retoma su principio como hilo conductor, buscando, como en el libro, captar "un atisbo de lo que está sucediendo". Ante la imposibilidad, hoy como ayer, de reunir determinadas obras importantes difundidas durante mucho tiempo, este "resplandor" con el que iluminamos los escritos de Matisse permite volver sobre los hitos esenciales de un viaje formado por nueve capítulos.


Cada uno de los capítulos que enmarcan y puntúan esta historia de una vida vivida para el arte se basa en la relación ininterrumpida de la obra con la palabra. Desde sus inicios en la década de 1890, Matisse probó suerte con diferentes escritos, antes de aventurarse, durante el período fauve (1905-1906), en una reformulación radical del color y el dibujo. Esta auténtica revolución de la mirada se reconfigura en la década de 1910 en torno a una reflexión sobre lo decorativo, uno de cuyos ejemplos más magistrales es L'Intérieur aux berenjena.(1911, Grenoble, Musée de Grenoble), el único interior sinfónico que ha sobrevivido en Francia. Esta nueva escritura, sin embargo, no se fija en un estilo: en la década de 1910, Matisse intentó probar las diversas tendencias que atravesaron la escena artística de su tiempo: el cubismo, en particular, con Tête blanche et rose (1914, París, Musée Arte Moderno Nacional). En 1917, la marcha de Matisse hacia Niza y la década siguiente abandonaron la dimensión experimental de un arte que casi había alcanzado el umbral de la abstracción: el pintor optó por volver a un tema modelado por la luz. La cuestión literaria da un nuevo giro a partir de la década de 1930, cuando Matisse comienza a trabajar en el libro ilustrado de Poésías.de Mallarmé, obra que nutrirá algunas pinturas icónicas de este período como La Verdure (1935-1943, Niza, Musée Matisse). En 1947, Matisse logró con Jazz entretejer el plástico y la palabra, uniendo gouaches recortados y textos escritos a mano. Esta dialéctica del carácter expansivo del color y el blanco y negro se encuentra en el diálogo íntimo entre los interiores de Vence y los dibujos a pincel. Por último, las vidrieras de colores y las cerámicas de la capilla de Vence al final de su vida aún dan testimonio de una migración ininterrumpida del trabajo a la escritura en lo que Matisse vio como un gran libro abierto en el espacio.

https://www.centrepompidou.fr/cpv/agenda/event.action?param.id=FR_R-f8ace1ee-d642-4c41-bb81-abdf789cf389&param.idSource=FR_E-690bc8c3-3210-47cc-a43e-147294d6f570


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